Francisco, el líder que entendió que la economía debía tener alma

El sumo pontífice elevó el valor de lo pequeño: del emprendedor que arriesga, del trabajador que se esfuerza, de la comunidad que se organiza, de las pymes.

OPINIÓN22/04/2025 Nicolás Pascual
Francisco
Francisco¿qué tipo de desarrollo estamos construyendo?

La muerte del Papa Francisco marca el fin de un estilo. De esos que son único y acorde a sus tiempos, pero que muchas veces no se comprenden sino con la perspectiva de los años. Cierra, aún si el próximo conclave ratifica su línea doctrinal, una etapa para la Iglesia, pero también para quienes, más allá de credos, buscaron una forma más humana de entender la política, la economía y el poder. Su legado, como el de todo gran líder contemporáneo, excede los límites de la institución que representó. Francisco fue una voz global que incomodó a algunos y dio legitimidad a los que, desde lo pequeño, trabajan cada día por una sociedad más justa.

No es casual que muchas de sus intervenciones más recordadas no giraran en torno a los dogmas religiosos, sino al trabajo digno, la ecología integral, el rol del empresariado en el desarrollo humano y la necesidad de una economía que no deje a nadie atrás. En un mundo que muchas veces glorifica el éxito financiero sin mirar a quién pisa en el camino, Francisco puso sobre la mesa una pregunta urgente: ¿Qué tipo de desarrollo estamos construyendo?, recordando que con la economía se puede y se debe dialogar, y que no es lo mismo economía que finanzas.

En este sentido, su mensaje tiene especial resonancia para el mundo de las pymes. Lejos del imaginario junto a “los grandes fondos de inversión” como único actor del cambio, Francisco elevó el valor de lo pequeño: del emprendedor que arriesga, del trabajador que se esfuerza, de la comunidad que se organiza. Denunció la cultura del descarte con la misma fuerza con la que alentó a tejer redes de solidaridad económica, territorial y social.

No hablaba solo de economía. Hablaba de humanidad, y por supuesto, de política. Por eso incomodó. Por eso trascendió. Porque entendió que la política no puede estar al servicio de los mercados, sino de las personas. Y que las empresas no solo producen bienes, sino que —al menos las que vale la pena defender— pueden producir también cohesión, dignidad y futuro.

Desde Mundo Pyme, recogemos ese guante. En un contexto internacional cada vez más fragmentado, con democracias tensionadas y mercados inciertos, el legado de Francisco nos obliga a repensar el lugar de las pymes no solo como motor económico, sino como agentes políticos en el sentido más noble del término: constructores de comunidad, de equilibrio territorial y de inclusión real. A quienes creen que no hay nada más político que generar empleo, que dar oportunidades donde otros solo ven riesgo, que sostener un proyecto en medio de las crisis: este editorial también les habla, independientemente de sus ideas religiosas.

Francisco ha muerto, pero sus ideas nos sobreviven. Y si las pymes deciden hacerlas propias, quizás estemos un paso más cerca de esa economía con alma que tanto necesitamos. Como dijo en un encuentro con jóvenes emprendedores: “La actividad empresarial es una noble vocación, orientada a producir riqueza y mejorar el mundo para todos”. En tiempos donde el cortoplacismo amenaza con vaciar de sentido al desarrollo, el recuerdo de Francisco es también una invitación a liderar con valores, a crecer sin perder el arraigo, y a demostrar que la justicia social no es obstáculo, sino condición del verdadero progreso.

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