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La industria farmacéutica se consolidó como uno de los sectores más relevantes tanto desde la perspectiva económica como desde su impacto en la salud. El mercado global superó los 1,6 billones de dólares en 2024, con Europa aportando el 23% de la producción pese a representar solo el 6% de la población mundial y el 17% del PIB. Más allá de los números, su contribución ha sido decisiva: como recordó Oriol Segarra, CEO de Uriach, “la contribución del sector a la salud de las personas ha sido una de las principales causas del gran incremento de la esperanza —y de la calidad— de vida de la humanidad en las últimas décadas”.
En términos de actividad, la oncología lidera el volumen de negocio, seguida de la inmunología y la diabetes. También destacan áreas como las enfermedades cardiovasculares y respiratorias. En lo que respecta al crecimiento, la obesidad se proyecta como el segmento más dinámico, con una tasa anual del 36% hasta 2027 gracias a la aparición de nuevos tratamientos y a la alta demanda internacional. Otros campos en expansión incluyen antivirales, medicamentos contra resfriados, reguladores lipídicos e inmunología.
España se situó entre los diez principales mercados farmacéuticos del mundo, con una aportación superior al 1,6% del PIB y más de 45.000 empleos directos, según Farmaindustria. Además, fue el primer sector industrial en inversión en I+D, con más de 1.200 millones de euros anuales destinados a investigación y ensayos clínicos.
En este contexto, Cataluña emerge como el centro neurálgico de la producción farmacéutica nacional, concentrando alrededor del 45% de la actividad estatal. El territorio cuenta con 181 compañías farmacéuticas que emplean a 25.775 personas (Idescat, 2023). El sector salud en su conjunto representa el 7,6% del PIB catalán, dividido entre el 4,1% de la industria farmacéutica y biotecnológica y el 3,5% de las actividades sanitarias (Biocat). La dimensión internacional también resulta clave: el 52% de la producción se destina a exportación, según Acció.
El peso estratégico se refleja en la fuerte presencia empresarial: de las 50 principales compañías del sector en España, 28 tienen sede en Cataluña. Entre ellas se encuentran multinacionales y grupos familiares como Novartis, Bayer, Boehringer Ingelheim, Grifols, Almirall, Uriach, Ferrer o Reig Jofre, que conviven con biotecnológicas y startups innovadoras. Este ecosistema se ve reforzado por hospitales de referencia, universidades y centros de investigación, así como entidades como Biocat, CataloniaBio & HealthTech o el Barcelona Health Hub.
Un rasgo diferencial de la industria farmacéutica catalana es el peso de las empresas medianas y grandes. En 2023, de las 121 firmas que depositaron cuentas, 42 fueron grandes (34,7%) y 31 medianas (25,6%), generando ingresos conjuntos por 17.392 millones de euros. Esta escala les permite invertir más en I+D, mantener márgenes elevados y reforzar su competitividad internacional.
Entre 2021 y 2023, las grandes y medianas empresas registraron un crecimiento acumulado del 6% en ventas, frente a una ligera caída del 1% en las pequeñas. Además, su rentabilidad neta sobre ventas se situó en el 7,4% en 2023, superior a la media de la economía, mientras que las pequeñas apenas alcanzaron el 0,1%. En términos de productividad, las grandes compañías facturan en torno a 438.000 euros por empleado, más del doble que las pequeñas.
El sector afronta debilidades estructurales como la elevada presión regulatoria, los altos costes de I+D, la escasa presencia en biotecnología disruptiva y la falta de capital riesgo especializado a escala local, afirman. A ello se suman amenazas externas: la competencia de India y China, riesgos en el suministro de materias primas, tensiones geopolíticas y la presión de las administraciones públicas sobre los precios.
Sin embargo, las fortalezas son notables: elevada rentabilidad, capacidad exportadora, atracción de talento y una creciente digitalización con integración de inteligencia artificial en procesos de investigación y producción. Las oportunidades de crecimiento incluyen la expansión de las terapias avanzadas, la medicina personalizada, los ensayos clínicos en Barcelona y Cataluña, y el desarrollo de una producción farmacéutica más sostenible alineada con la transición verde.
En palabras de Laura Ferrer, directora de Salud Humana de Hipra, sobre el proyecto europeo Spitcell para desarrollar vacunas en solo 100 días: “Este proyecto no solo nos prepara para futuras pandemias, sino que también acelera la innovación en salud global”. Este impulso innovador, sumado a la robustez del ecosistema, posiciona a Cataluña como un hub farmacéutico y biomédico con capacidad de liderar transformaciones a escala europea y mundial.
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