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A finales de diciembre, Intel compartió una foto de un grupo de trabajadores frente a un camión con un contenedor enorme decorado con un lazo y el logo de ASML, la empresa europea que fabrica equipos para producir los microchips más avanzados. La imagen, tomada en Veldhoven (Países Bajos), marcaba la entrega del Twinscan EXE:5000 a la multinacional estadounidense. Este equipo, encargado en 2018 por 350 millones de dólares, pesa más de 180 toneladas y cuenta con más de 3.000 cables y conexiones. Será instalado en una nueva planta en Oregón, donde se comenzará a probar en abril de 2025.
La llegada de esta avanzada máquina es clave en el plan del CEO de Intel, Pat Gelsinger, quien busca devolver a la compañía su posición como el mayor fabricante de circuitos integrados del mundo. Gelsinger no solo pretende fabricar productos propios, sino también convertirse en una fundición para terceros, similar a TSMC y Samsung. Esta estrategia surge en respuesta al mercado de semiconductores, donde la demanda supera la oferta, creando cuellos de botella que afectan a diversas industrias.
El mercado de los semiconductores está dividido entre los que diseñan (fabless) y los que fabrican (foundries). Empresas como Qualcomm, AMD, Nvidia, Apple y Google pertenecen al primer grupo, mientras que las foundries, menos numerosas, producen los chips. Intel busca expandirse en este mercado, invirtiendo miles de millones tanto de sus propios fondos como de programas gubernamentales de la UE y EE.UU., diseñados para recuperar la soberanía tecnológica tras la pandemia.
El reciente informe financiero de Intel reveló pérdidas de 1.600 millones de dólares y una caída del 1% en ventas, lo que provocó una caída del 26.6% en el valor de sus acciones en un solo día. Esta pérdida de capitalización no tiene precedentes en los registros de Bloomberg desde 1982. Este golpe refleja las dificultades de Intel para mantenerse a la vanguardia de una industria que lideró en los años 90 y 2000.
El negocio tradicional de Intel, centrado en PCs y portátiles, ha visto una disminución en la demanda, exacerbada por la revolución de los smartphones, que Intel ignoró inicialmente. Esto permitió a empresas como Qualcomm y ARM ganar terreno. ARM, en particular, ha sido crucial para el diseño de procesadores eficientes en energía para móviles y tabletas, una tecnología que Apple adoptó exitosamente para sus productos, incluso para sus portátiles desde 2020, rompiendo su dependencia de Intel.
Además de los procesadores móviles, Intel ha ignorado otros mercados importantes, como el de las tarjetas gráficas. Nvidia, que inicialmente se centró en el mercado de videojuegos, ha evolucionado sus productos para aplicaciones como la conducción autónoma y la inteligencia artificial, sectores donde Intel no ha logrado penetrar. Nvidia ha creado un ecosistema de GPU que incluye software exclusivo y sistemas de red, consolidando su liderazgo en IA.
Intel ha intentado reestructurar su modelo de negocio separando las unidades de fabricación y diseño, y derivando parte de su producción a TSMC. Sin embargo, aspira a convertirse en una fundición similar a la taiwanesa, invirtiendo 100.000 millones en EE.UU. y 33.000 millones en la UE para construir y ampliar fábricas. La financiación de estos proyectos es un desafío, ya que los subsidios gubernamentales no cubren todas las inversiones necesarias, obligando a Intel a buscar otras fuentes de financiamiento con condiciones menos favorables.
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