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Para que esta transición sea exitosa, se requiere un plan estratégico coordinado entre el sector público y privado, que incluya aumento de las inversiones, consideran.
ECONOMÍA & POLÍTICA08/11/2024
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Actualmente, la energía renovable representa más del 50% de la electricidad generada, aunque persisten desafíos para su almacenamiento y exportación. La conexión energética con Europa, especialmente con Francia, ha sido limitada, y aunque el proyecto BarMar entre Barcelona y Marsella podría ofrecer una salida, el foco de España debe orientarse hacia un modelo industrial nacional.
España cuenta con la oportunidad de posicionarse como un centro de fabricación sostenible en Europa, gracias a su capacidad para generar energía renovable, considera el empresario Jaime Malet. Con recursos en energía solar y eólica, junto con grandes áreas disponibles, el país está en una posición privilegiada para impulsar el trilema energético de independencia, descarbonización y energía asequible, afrima.
Una gran ventaja que tiene España en este contexto es su potencial para la producción de hidrógeno verde. El hidrógeno y sus derivados, como el amoníaco y el metanol, son almacenables y exportables, lo que permite a España competir como proveedor hacia Europa. Con su ubicación estratégica y capacidad renovable, el país podría beneficiarse del creciente interés en el hidrógeno como alternativa al gas ruso, fortaleciendo su papel geopolítico en el suministro energético.
A su vez, este potencial energético puede atraer inversión industrial sostenible, lo cual contribuiría a revertir la tendencia de desindustrialización en España, donde el peso de la manufactura en el PIB ha caído del 18% al 11% en las últimas décadas. Las empresas electrointensivas, como las de acero, aluminio y vidrio, han sufrido altos costos de energía, lo que las ha llevado a trasladar su producción fuera del país. La capacidad de ofrecer energía limpia y competitiva podría cambiar esta tendencia y permitir que España participe en la relocalización industrial que buscan países con estabilidad política y seguridad jurídica.
Para que esta transición sea exitosa, se requiere un plan estratégico coordinado entre el sector público y privado, que incluya medidas como aumentar las inversiones en redes de distribución, respaldar tecnologías de transición y coordinar los ministerios de Industria y Transición Energética. Además, es crucial evitar penalizar la inversión extranjera, saldar deudas pendientes con inversores en energías renovables y acelerar los apoyos al despliegue del hidrógeno verde. También se debería permitir que las empresas reinviertan en proyectos de descarbonización, como ya sucede en países vecinos.
El objetivo de esta transformación industrial, consideran los especialistas del sector energético, es duplicar la contribución de la manufactura al PIB de España para 2035, alcanzando un 22% con un modelo basado en manufactura sostenible y generación de empleos de calidad. Con una apuesta sólida por las energías renovables y una política industrial efectiva, España podría consolidarse como motor verde de Europa, participando en las cadenas globales de valor y atrayendo talento y tecnología innovadora.

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