
El 41% de los españoles ha renunciado a su empleo por un entorno tóxico. En las pymes, la falta de liderazgo saludable y cultura inclusiva agrava el problema.
El absentismo laboral en España ha escalado a niveles históricos, convirtiéndose en una de las mayores amenazas para la productividad empresarial, especialmente para pymes y autónomos, que representan el 99,8% del tejido económico nacional. Según el último informe del Adecco Group Institute, durante 2024 el volumen de horas no trabajadas por ausencia equivale a que 1.252.377 asalariados no hubieran acudido ningún día a su puesto de trabajo. En términos poblacionales, supone la “desaparición” diaria de la población equivalente a Zaragoza y Sevilla juntas.
Este fenómeno, lejos de reducirse, sigue al alza. En el último trimestre de 2024, la tasa de absentismo alcanzó el 7,4%, mientras que el absentismo por Incapacidad Temporal (IT) se situó en un preocupante 5,8%. Como señala el II Informe Hiscox de Pymes y Autónomos, el 86,3% de los pequeños negocios ya reconoce tener problemas de absentismo, un crecimiento del 35,8% respecto al año anterior. “El absentismo laboral es un verdadero quebradero de cabeza para las micropymes y para los autónomos que tienen gente contratada”, apunta María Blanco, profesora de Economía en la Universidad San Pablo-CEU. “Cuando tienes un equipo pequeño, la ausencia de una sola persona se nota muchísimo”.
La situación es especialmente grave porque estas empresas carecen de los recursos para compensar las ausencias. Contratar personal temporal o pagar horas extra supone un coste adicional que muchas veces no pueden asumir. Según la Asociación de Mutuas de Accidentes de Trabajo (AMAT), el número de bajas por contingencias comunes ha crecido un 121,5% en los últimos diez años, y muchos de estos procesos superan ya el año de duración.
El coste del absentismo para empresas y Estado se estima en casi 29.000 millones de euros en 2024, un 14,5% más que el año anterior. De esa cifra, 13.900 millones son soportados directamente por las empresas a través del pago de prestaciones, complementos salariales y cotizaciones. Este coste no es solo económico. María Blanco advierte del “desgaste personal” que conlleva para los equipos pequeños: más estrés, más cansancio y, en muchos casos, más bajas. “Es como una bola de nieve”, asegura.
Desde el punto de vista territorial, existen diferencias significativas. Comunidades como Asturias, Aragón y País Vasco lideran las tasas de absentismo por IT, mientras que Madrid, Andalucía y Castilla-La Mancha presentan los niveles más bajos. Por sectores, la industria es el más afectado, con tasas superiores al 8%, pero el mayor repunte se observa en actividades sanitarias y fabricación de vehículos, donde se alcanzan cifras inasumibles del 16,6%.
Además, comienza a detectarse un absentismo cíclico y difícil de justificar, concentrado en días como lunes y viernes, lo que ha generado un creciente malestar entre los empleadores. Lorenzo Amor, presidente de ATA, ha sido tajante: “Los lunes y viernes no hay baja laboral, hay ‘bajaciones’. Esto no es una enfermedad, es un cachondeo”. Amor ha propuesto que la Seguridad Social asuma las bajas desde el cuarto día para incentivar un mayor control, argumentando que si el coste recayera en la administración, se reduciría el absentismo injustificado.
En definitiva, el absentismo ha dejado de ser una anomalía y se ha convertido en un lastre estructural para la competitividad de las pymes. Su impacto es tan profundo que puede alterar no solo la eficiencia de los negocios, sino también la salud de sus equipos y su capacidad de crecimiento. Mientras tanto, el sistema actual, más orientado a las grandes estructuras empresariales, sigue sin dar respuesta efectiva a los pequeños empresarios que generan empleo y sostienen la economía real.
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