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Así lo revela un estudio que muestra que a pesar de tener menos microempresas y más pequeñas y medianas, ciertos factores hacen que las europeas destaquen por sobre Latam
INTERNACIONAL09/12/2025
Editor
La configuración del tejido productivo en América Latina y Europa presenta diferencias sustanciales que influyen en la competitividad, la productividad y la capacidad de crecimiento de las empresas. Aunque ambas regiones comparten un rasgo estructural —la abrumadora mayoría de las unidades económicas son micro y pequeñas empresas—, su peso económico real y su distribución sectorial revelan dinámicas muy distintas.
Según el informe del Instituto de Estudios Económicos, en América Latina y el Caribe las mipymes representan más del 99% del total de empresas, pero su aporte al PIB es limitado, apenas el 25%, frente al 56% de las pymes europeas. Esta diferencia refleja una brecha de productividad estructural que condiciona la capacidad de las firmas latinoamericanas para escalar, innovar y participar en cadenas de valor más complejas.
El documento también recuerda que “las microempresas concentran el 88,4% del total”, seguidas por pequeñas (9,6%) y medianas (1,5%), mientras que las grandes representan apenas el 0,5% . En la Unión Europea, la proporción de microempresas es incluso mayor (93%), pero estas operan en contextos de mayor formalización, digitalización y acceso al financiamiento, factores que sostienen su competitividad. Estas diferencias muestran que el entramado europeo, aunque dominado por microempresas, se apoya en un ecosistema más sólido que les permite tener un peso económico muy superior al de sus equivalentes latinoamericanas.
El estudio del IEE confirma que el predominio de microempresas es común a ambas regiones. Sin embargo, mientras en Europa estas unidades actúan como parte de un sistema empresarial integrado, en América Latina siguen respondiendo en gran medida a lógicas de autoempleo e informalidad. De hecho, la amplia presencia de microempresas no se traduce en una capacidad equivalente para absorber empleo: tal como se observa en el informe, “la alta presencia de mipymes no se traduce, necesariamente, en una capacidad equivalente para generar empleo” .
En América Latina, las microempresas, pese a ser el 88% del total, representan solo el 27% del empleo formal, mientras que las grandes empresas, que son un 0,5%, generan el 39% del empleo. En Europa la distribución está más equilibrada: las microempresas aportan el 30% del empleo, las pequeñas el 21% y las medianas el 18% . Esto confirma que, a pesar de tener estructuras numéricamente similares, el tejido europeo es más robusto y diversificado.
A esta diferencia en impacto económico se suma la distribución sectorial. En América Latina, las microempresas se concentran en actividades de baja productividad, como comercio (42%) y servicios personales, mientras que las pequeñas y medianas adquieren mayor peso en manufactura, transporte o educación. En Europa, en cambio, la presencia de pymes en sectores industriales y tecnológicos es mucho mayor, favorecida por políticas activas de innovación y acceso al capital.
Una mayor proporción de pequeñas empresas fortalece a Latam, pero no compensa la debilidad estructural. Un punto llamativo del análisis es que América Latina presenta un porcentaje algo mayor de pequeñas y medianas empresas que Europa (11% frente al 7% aproximadamente). A priori, esto podría sugerir un tejido más diversificado. Sin embargo, esta aparente fortaleza queda diluida por tres factores señalados en el informe:
Como resultado, la región mantiene una estructura más numerosa pero menos sólida que la europea. De hecho, el informe destaca que en América Latina existe “una estructura productiva dual”, con un pequeño núcleo de empresas medianas y grandes altamente productivas, mientras la mayoría permanece atrapada en escalas muy reducidas y con escasa capacidad de crecimiento.
Una diferencia clave en el entorno empresarial europeo es el hecho de que es más favorable a la escalabilidad. Las microempresas europeas, aun siendo numerosas, se desarrollan en un entorno donde predominan sistemas regulatorios simplificados (comparados con la fragmentación regional), acceso más amplio a crédito, mercados financieros integrados, políticas de innovación bien articuladas, y niveles extremadamente bajos de informalidad.
Esto explica por qué, con estructuras similares en volumen, Europa obtiene mucho más valor económico de sus pymes y por qué las firmas tienen más oportunidades de pasar de micro a pequeñas, o de pequeñas a medianas. En América Latina, en cambio, los obstáculos estructurales —financiamiento, digitalización, informalidad, escasa vinculación productiva— dificultan ese tránsito y generan un tejido empresarial muy numeroso pero débil en términos de productividad.

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