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El estrés laboral crónico y su consecuencia más extrema, el burnout, se han convertido en un problema creciente dentro del tejido empresarial español. Para las pymes, que representan la mayor parte del ecosistema económico del país, este fenómeno no solo impacta en la salud de los trabajadores, sino también en la sostenibilidad y competitividad de sus negocios.
El Dr. Carlos Cenalmor, psiquiatra especializado en estrés laboral, advierte con contundencia: “El burnout no es simplemente estar estresado; es una destrucción lenta y progresiva de la mente y del cuerpo, que necesita ser abordada cuanto antes”. Lo que a menudo comienza como cansancio acumulado puede transformarse en una condición devastadora que afecta tanto la productividad como la estabilidad de las empresas.
En 2023, España registró un récord de bajas laborales vinculadas a la salud mental. Según datos del Ministerio de Inclusión y Seguridad Social, se produjeron casi 600.000 incapacidades temporales relacionadas con trastornos mentales y del comportamiento, lo que supuso un incremento del 13,6% respecto al año anterior. La cifra duplica los datos de hace siete años, confirmando que el problema va en aumento.
Cenalmor enfatiza que el burnout no es solo fruto de una mala gestión individual del estrés. “Esta visión lleva a la persona que sufre burnout a culpabilizarse, por no ser capaz de aguantar el ritmo”, explica. En realidad, gran parte de las causas se encuentran en el diseño mismo de las estructuras empresariales. Entre ellas destacan las largas jornadas laborales, la falta de pausas adecuadas, la presión constante para rendir al máximo y un desequilibrio entre el perfil del trabajador y las tareas asignadas.
En el caso de las pymes, estos factores suelen intensificarse. Al contar con equipos más reducidos, es común que los empleados asuman múltiples responsabilidades, lo que genera una sobrecarga continua. Además, la presión por competir con grandes empresas y ajustarse a presupuestos limitados puede llevar a una cultura de hiperproductividad. Como subraya el especialista: “La propia sociedad nos lleva a la hiperproductividad y el cansancio, normalizando que nunca tengamos tiempo para nosotros y que siempre vayamos con la lengua fuera a todas partes”.
A ello se suma un reto cultural: muchas organizaciones todavía no colocan la salud mental en el centro de su estrategia. En el mejor de los casos, se promueven talleres de mindfulness o actividades puntuales que funcionan como paliativos, pero no se implementan cambios de fondo en la organización del trabajo. Para las pequeñas y medianas empresas, este punto es crítico: establecer canales de comunicación fluidos, garantizar descansos regulares y diseñar cargas de trabajo realistas puede marcar la diferencia entre retener el talento o enfrentarse a una alta rotación.
El propio Cenalmor resalta que, si bien existen también factores internos en los trabajadores —como la autoexigencia extrema, el perfeccionismo o lo que denomina “el rasgo salvador”—, estos no explican por sí solos la magnitud del problema. Más bien, se convierten en catalizadores de un contexto ya de por sí desfavorable.
Las soluciones, según el psiquiatra, pasan por asumir responsabilidades compartidas. A nivel individual, es esencial que los trabajadores adopten herramientas de gestión del tiempo y autocuidado físico y emocional. Sin embargo, Cenalmor puntualiza: “Cuando hablamos de una persona individual, su primer paso será cuidar de sí misma, y eso es inevitable. Pero también tenemos que exigir un entorno laboral donde el bienestar sea una prioridad”.
Para las pymes, el desafío es doble: necesitan mantener la competitividad en un mercado exigente y, al mismo tiempo, garantizar que sus equipos trabajen en condiciones saludables. Lejos de ser un gasto adicional, la inversión en políticas de conciliación laboral y personal, descansos regulares y cargas de trabajo equilibradas repercute directamente en una mayor productividad y en la retención del talento.
La evidencia demuestra que las empresas que integran la salud mental en su estrategia logran reducir el absentismo, aumentar la motivación de sus equipos y mejorar su reputación corporativa. En un contexto en el que las cifras de bajas laborales por problemas psicológicos no dejan de crecer, las pymes españolas tienen la oportunidad de diferenciarse apostando por entornos de trabajo más sostenibles.
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