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Las tensiones arancelarias se agravan con nuevas represalias bilaterales, afectando a sectores clave y dejando poco margen para una negociación inmediata
INTERNACIONAL10/04/2025La guerra comercial entre Estados Unidos y China ha entrado en una nueva fase de escalada sin precedentes, con medidas arancelarias que superan los niveles históricos registrados durante enfrentamientos previos. En las últimas horas, ambos países han intensificado su ofensiva comercial con incrementos drásticos en los gravámenes a las importaciones, lo que amenaza con generar un impacto profundo en las cadenas de suministro globales y en sectores estratégicos de ambas economías.
El detonante de este nuevo capítulo fue la entrada en vigor de aranceles adicionales del 50% por parte de Washington sobre productos chinos, elevando el promedio anual al 104%. La respuesta desde Pekín no se hizo esperar: el Gobierno chino anunció una subida similar que lleva sus aranceles desde el 34% hasta un 84% sobre ciertos productos estadounidenses, con efecto inmediato. Esta medida fue acompañada de un discurso contundente desde el Ministerio de Asuntos Exteriores chino, en el que el portavoz Lin Jian declaró: “No permitiremos que nadie prive al pueblo chino del legítimo derecho al desarrollo. No toleraremos ningún intento de socavar la soberanía, la seguridad y los intereses de China”.
Además de los aranceles, China ha endurecido su posición con la inclusión de una docena de empresas estadounidenses en su lista negra de control de exportaciones, dificultando su acceso a productos de doble uso, es decir, con aplicaciones tanto civiles como militares. Otras seis compañías han sido catalogadas como “entidades no confiables”, un estatus que restringe gravemente su operativa en el país asiático.
Mientras la administración de Donald Trump mantiene su discurso de firmeza frente al desequilibrio comercial con China, Pekín intensifica su estrategia de presión dirigida hacia sectores clave del electorado republicano. Como en 2018, los aranceles chinos se concentran en productos agrícolas estadounidenses como el maíz, la soja o las aves de corral, que provienen mayoritariamente de los estados rurales que respaldaron a Trump en las elecciones de 2016 y 2020.
A pesar del coste político, estas acciones no han tenido el efecto deseado en términos electorales. Según un análisis de la Oficina Nacional de Investigación Económica, los votantes de los estados más afectados por las represalias arancelarias continuaron apoyando a Trump, lo que podría explicar por qué el expresidente mantiene su postura inflexible frente a China. En este contexto, la posibilidad de una tregua parece lejana. Aunque Trump afirmó recientemente estar esperando una llamada de Xi Jinping, las señales desde Pekín apuntan más hacia una consolidación de alianzas regionales, como expresó el presidente chino en un discurso centrado en fortalecer la cooperación con sus vecinos asiáticos.
Desde el ámbito empresarial, la situación genera inquietud. El economista jefe del banco de inversiones Nomura, Ting Lu, calificó la situación como “un juego de gallos sin precedentes y muy costoso”, reflejando la percepción de que ninguna de las partes está dispuesta a ceder. Las consecuencias de este enfrentamiento ya se perciben más allá de las dos potencias. Países como Japón y Corea del Sur, también afectados por las medidas arancelarias, han enviado emisarios a Washington para negociar soluciones que minimicen el daño a sus economías, altamente dependientes del comercio internacional.
Por último, la narrativa desde los medios oficiales chinos deja entrever un cambio de paradigma en el comercio global. El diario Global Times señaló que “Estados Unidos representa actualmente solo el 13% de las importaciones mundiales de bienes, una caída significativa respecto al casi 20% de hace dos décadas”. Y añadió que “si Washington se posiciona en contra de la mayoría de los países que defienden el libre comercio […], el resultado final no será la desglobalización económica, sino la desamericanización del mundo”.
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