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Lo que Telefónica acaba de registrar como pérdida por la venta de su filial en Argentina es un ejemplo de libro, pero a otra escala, que una Pyme no se puede permitir.
OPINIÓN02/05/2025 María Elisabeth Todesca
En el mundo de la pequeña y mediana empresa es habitual pensar que ciertos conceptos financieros son terreno exclusivo de las grandes corporaciones. Uno de ellos es el de “diferencia de conversión”. Sin embargo, para cualquier empresa que tenga relaciones comerciales con el exterior —aunque sean operaciones modestas de exportación o importación—, este concepto puede tener consecuencias reales en su rentabilidad, su contabilidad y, sobre todo, su toma de decisiones, ya que la moneda lo puede cambiar todo.
Las diferencias de conversión surgen cuando una empresa opera en más de una moneda. Imaginemos una pyme que exporta regularmente a Argentina, Marruecos o México. Vende productos en moneda local, pero lleva su contabilidad en euros. La variación del tipo de cambio entre el momento en que factura y el momento en que cobra, o entre el momento en que calcula sus resultados locales y los consolida en España, genera una ganancia o pérdida contable.
Esto es especialmente visible cuando las monedas extranjeras sufren devaluaciones fuertes o persistentes. Lo que en el país de destino puede parecer un buen resultado comercial, puede traducirse en una pérdida al convertirlo a euros. Lo que Telefónica acaba de registrar en sus cuentas como pérdida por la venta de su filial en Argentina —más de 1.100 millones de euros en diferencias de conversión negativas acumuladas— es un ejemplo de libro, pero a otra escala. Esto no ha implicado, por el contrario, un mal resultado para la compañía, pero no siempre se cuenta con la posibilidad de que te paguen por tu negocio, la cantidad que acumulabas en diferencia de conversión.
Porque no se trata solo de contabilidad, sino de estrategia. Cuando una pyme se internacionaliza, se expone a riesgos que van más allá de las ventas: riesgos cambiarios, regulatorios y financieros. Entender cómo funciona una diferencia de conversión permite anticipar esos riesgos y tomar decisiones más informadas. Por ejemplo:
Además, para pymes que buscan financiación, subvenciones o socios estratégicos, una mala interpretación de estos efectos puede distorsionar la imagen financiera de la empresa.
Aranceles, guerras, y pandemias vienen colmado de inestabilidad la última década. La política monetaria de países emergentes puede cambiar de rumbo en semanas. La de Estados Unidos últimamente no se queda atrás, y Liz Truss nos mostró lo mismo en Reino Unido. Ignorar el impacto del tipo de cambio es asumir un riesgo innecesario. No se trata de que las pymes se conviertan en especialistas en finanzas internacionales, pero sí de incorporar una visión básica: la rentabilidad exterior no se mide solo en facturación, sino también en su conversión real.

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