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OPINIÓN06/05/2025 Nicolás PascualSi le preguntan a Marisol Menéndez como se define, responde que lleva 20 años tendiendo puentes donde otros ven muros. Esta Ingeniera industrial de formación, exdirectora de Innovación Abierta en BBVA y entre "Los 100 de Cotec", una comunidad que busca representar el mapa completo del conocimiento en torno a la innovación, tiene entre sus obsesiones una sola pregunta que la motoriza: ¿Cómo convertir la colaboración en un verbo y no en un eslogan?.
En exclusiva para Mundo Pyme, nos habla de la metodología "Connect-Think-Do" —adoptada por empresas y gobiernos— y su convicción de que "la innovación es una red de confianza", diseccionando por qué Iberoamérica repite errores y cómo romper el ciclo.
- Usted empezó en el mundo corporativo (BBVA) y luego saltó a ecosistemas de innovación. Estos dos mundos trabajan de forma diferente. ¿Qué hábito corporativo tuvo que desaprender para entender realmente la innovación abierta?
Uno de mis mayores aprendizajes fue descubrir que en realidad no son mundos tan distintos: ambos necesitan colaboración para generar impacto. En BBVA me dieron la oportunidad de crear ecosistemas desde cero y escalarlos globalmente, y eso me mostró el potencial de las redes bien orquestadas. Dicho esto, sí tuve que desaprender ciertos hábitos. Al principio, por ejemplo, tenía la necesidad de tener todo planificado. Pero la innovación abierta funciona más como una conversación continua que como un plan cerrado. Aprendí que las colaboraciones entre personas son la base de cualquier alianza entre organizaciones, y que la colaboración exige confianza, no control.
Vivimos en una era marcada por la macro-tendencia de la colaboración, impulsada por el reconocimiento de que nuestros retos —sociales, empresariales y personales— no se pueden resolver en solitario. Esto nos exige operar en equipos abiertos, interdisciplinares y con propósito compartido. Precisamente, esto es lo que define la innovación abierta y los ecosistemas. Precisamente, esto es lo que define la innovación abierta y los ecosistemas.
- Según datos de Cotec de 2024, el 78% de las pymes iberoamericanas colaboran menos de lo que dicen. ¿Es un problema de herramientas o de mentalidad?. Por otro lado, se suelen repartir culpas entre las empresas y los gobiernos de esto. ¿Ve algún error o falla de diagnóstico?
Venimos de una lógica industrial basada en juegos de suma cero: si yo gano, tú pierdes. Pero el mundo actual, con su complejidad creciente, nos exige modelos colaborativos para poder sobrevivir y crear nuevas realidades. En este contexto, creo que debemos aprender a colaborar. Y eso implica desarrollar estrategias, presupuestos, procesos y dinámicas que lo hagan posible. También hay que diseñar mecanismos de captura y distribución del valor generado entre partes.
Un ecosistema —por definición— genera más valor colectivo que el que cada parte podría generar por separado. Pero eso exige acuerdos, confianza y reglas claras para sostenerlo en el tiempo. Muchas veces el error está en pensar que con “intención” basta. No. Se requiere diseño, estructura, incentivos alineados y, sobre todo, una mentalidad que vea al otro como socio, no como amenaza. La colaboración no es espontánea: se aprende y se cultiva.Y para ello necesitamos políticas de gobierno, dinámicas empresariales y mentalidades individuales adecuadas.
- Háblenos del modelo 'Connect-Think-Do' se usa en Europa y LATAM. ¿Qué se pierde en la traducción cuando se aplica en países con menos recursos? ¿Alguna vez ha dicho: 'Aquí esto definitivamente no funciona'?"
"Connect-Think-Do" es una metodología para construir ecosistemas duraderos y de alto valor. Parte de algo muy humano: conectar primero. A partir de conexiones auténticas, reflexionamos juntos —Think— y, solo entonces, pasamos a la acción colaborativa —Do—. Esa acción se vuelve potente porque está arraigada en vínculos genuinos y en complementariedades bien identificadas. Este modelo se adapta bien a contextos muy diversos porque se basa en principios universales: confianza, tiempo, escucha. No se trata de copiar un modelo externo, sino de orquestar conexiones locales con sentido.
¿Dónde no funciona? Cuando no hay disposición a colaborar. Si hay miedo, desconfianza o intereses demasiado cortoplacistas, entonces no hay suelo fértil. La clave está en la orquestación: alguien debe sostener ese espacio neutral y facilitar que las conexiones florezcan. Sin eso, el modelo no puede operar.
- Estamos definitivamente en una nueva era impulsada por la IA y el fin de las cadenas globales de valor. ¿Qué implica esto para las pymes?, y ¿qué práctica 'de moda' en innovación abierta cree que ya no sirve para lo que viene y que no estamos repensando?
La IA es una herramienta poderosísima, pero sigue siendo eso: una herramienta. No sustituye la estrategia ni la conexión humana. Para las pymes, que enfrentan entornos volátiles y recursos limitados, la clave está en construir alianzas estratégicas que les permitan escalar su impacto.
Una pyme sola no tiene todo el talento, tiempo ni presupuesto para afrontar todos los retos. Pero si se conoce bien, si sabe cuáles son sus fortalezas y debilidades, puede identificar con quién asociarse para ir más lejos. Eso requiere disciplina: no activar más conexiones de las que puedes procesar, alinear a tu equipo y no dejar que el miedo paralice.
Respecto a lo que ya no sirve: creo que las iniciativas sin continuidad, o aquéllas que buscan uniformizar ya no tienen sentido. Debemos aprovechar la autenticidad y talento de cada uno de los participantes de la conexión. La innovación abierta necesita propósito, constancia y valor compartido. Ya no basta con tener “espacios de innovación”; necesitamos ecosistemas vivos.
- "Si tuviera que elegir: ¿qué conexión falta en Iberoamérica para que la próxima década no sea de oportunidades perdidas?
Nos falta una conexión humana y emocional con la idea de que innovar juntos es más valioso que competir solos. Aún desconfiamos demasiado entre nosotros, y eso impide construir redes sostenibles. La conexión que falta no es tecnológica ni de recursos: es una conexión de confianza, de visión compartida y de largo plazo. Sin ella, seguiremos resolviendo los síntomas sin atacar las causas profundas.
- Quiero agradecerle el tiempo que nos ha dedicado, y dejar abierta alguna reflexión final que desee.
La innovación abierta no es un lujo ni una tendencia: es una necesidad. En estos años he aprendido que la colaboración no ocurre sola: se diseña, se cuida y se protege. Todos —desde emprendedores hasta instituciones— tenemos un rol en construir una cultura de confianza que nos permita ir más allá de lo que podríamos solos. Y es altamente prioritario crear sistemáticamente y con método las infraestructuras de conexiones humanas, de ecosistemas, como piezas clave para el crecimiento de las empresas y las economías.
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